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El ciclismo olvidado trata de despertar

A casi media hora del ganador Philippe Gilbert, Joseph Areruya entra en el velódromo de Roubaix. Llega fuera de control y acompañado por su compañero Kasperkiewicz, pero acaba de lograr un hito histórico. El joven ruandés de tan solo 23 años se acaba de convertir en el primer ciclista africano en correr y terminar el infierno del norte, la clásica de los adoquines por excelencia y uno de los cinco monumentos del ciclismo: la París-Roubaix. El suyo es solo uno de los muchos casos de ciclistas nacidos en países con pocos recursos y tradición ciclista, pero que, gracias a su esfuerzo y entrenamiento, ha conseguido adentrarse en el pelotón internacional del máximo nivel. Con 21 años ganó el Tour de Rwanda, una carrera menor en el calendario mundial, pero famosa por la ascensión del muro de Kigali, una auténtica pared por la que los ciclistas pasan rodeados por sendas mareas de gente que les anima a su llegada. Dos meses después, repetía victoria, esta vez en la Tropicale Amissa Bongo, en Gabón, la carrera africana más importante, y en la Copa de las Naciones disputada en Camerún. Esto llamaría la atención del equipo francés Delko Marseille, quien le ofrecería un contrato en marzo de 2018. Apenas un año después, ha tenido la oportunidad de dejarse ver en casi una treintena de carreras por Francia, Bélgica, España, Italia, Alemania, China o Australia. Sus resultados

no han sido muy destacados, pero le han permitido abrirse paso entre los más grandes de este deporte y aprender de ellos en primera persona. Areruya sigue el camino iniciado por Daniel Teklehaimanot, quien vistió el maillot de la montaña en el Tour de Francia de 2015, o sus compatriotas eritreos Merhawi Kudus, Mekseb Debesay o Amanuel Ghebreigzabhier. La globalización queda patente en todos los ámbitos de la sociedad y el ciclismo no podía ser menos. En la actualidad hay ciclistas profesionales de los cinco continentes, carreras del máximo nivel por todo el planeta y equipos que nacen en África, Asia o América para potenciar el deporte local entre los más jóvenes.

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Joseph Areruya, ciclista ruandés de Delko Marseille,

en la Vuelta a Castilla y León 2019. Fuente: Daniel Montes López

De los 18 equipos del World Tour, aquel que más ha colaborado a potenciar el ciclismo africano ha sido el Team Dimension Data. Con base en Sudáfrica, este proyecto que nació en 2007 siendo un pequeño conjunto de corredores del continente de manos del proyecto de MTN-Qhubeka y en apenas una nueve años pasaría a convertirse en uno de los conjuntos más grandes de la actualidad, contando entre sus filas con el campeón mundial y ganador de 30 etapas en el Tour de Francia, Mark Cavendish. Ocho corredores africanos militan en sus filas actualmente y por él han pasado grandes ciclistas de diferentes países africanos como los sudafricanos Louis Meintjes o Daryl Impey, el argelino Youcef Reguigui, los eritreos Tsgabu Grmay o Natnael Berhane o el ruandés Adrien Niyonshuti. Dimension Data puso al ciclismo africano, así como otros hicieron lo propio con el asiático. “Incluso Froome nació en Kenia”, señala el periodista Juan Clavijo. El cuatro veces campeón del Tour de Francia, pese a haber desarrollado su carrera en Gran Bretaña, también procede de África. Juan cree que la clave del éxito se encuentra en un correcto proceso de aclimatación a su llegada a Europa y tener paciencia, ya que es complicado despuntar desde el inicio. En otros países como Kazajstán, la adaptación al World Tour ha

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El equipo kazajo Astana, de categoría World Tour, presente

en la Vuelta a Burgos 2017. Fuente: Daniel Montes López

sido total. Allí, el equipo Astana cuenta cada año entre sus filas con varios corredores locales, todos ellos provenientes desde muy jóvenes de su equipo de formación. De este país saldrían grandes estrellas como Alexandre Vinokorurov, campeón olímpico, ganador de la Vuelta a España 2006, dos Liejas, dos París-Niza y cuatro etapas en el Tour de Francia; Alexey Lutsenko, con más de una veintena de victorias profesionales, el ganador de Lieja Maxim Iglinskiy; Andrey Zeiyts o Dimitry Gruzdev.

En Asia también se encuentran los proyectos de equipos de Bahrain o Emiratos Árabes Unidos que, pese a encontrarse ante una situación diferente por su elevado potencial económico, han llevado al máximo nivel a corredores de países con poca tradición ciclista como el chino Meiyin Wang, el taiwanés Chun Kai Feng, el emiratí Yousif Mirza o el marroquí Anass Aït El Abdia, primero de este país en correr la Vuelta a España, en 2017, pese a que tuvo que abandonar por una caída en la segunda etapa. El equipo Mitchelton es una auténtica referencia en Oceanía, de donde procede más de la mitad de su equipo y donde militó hasta hace dos años King Lok Cheung, corredor de Hong Kong. Japón cuenta con una gran cantera de corredores que buscan seguir los pasos de Beppu y Arashiro, teniendo como principal plataforma al equipo italo-japonés Nippo Vini Fantini en el que militan varios corredores asiáticos. En este país hay un total de nueve equipos continentales japoneses, entre los que destacan Team Ukyo, Matrix Powertag, Intrepro Cycling Academy o Kinan Cycling Team. En ellos los corredores locales comparten plantilla con otros españoles que les aportan sus conocimientos del ciclismo europeo, como eran Óscar Pujol o Rodrigo Araque, o en la actualidad Francisco Mancebo, José Vicente Toribio, Benjamín Prades, Airán Fernández, Marcos García o Salvador Guardiola. China posee hasta once equipos de tercera división y hay países como Indonesia, Irán, Malasia, Bolivia, Filipinas, Angola o República Dominicana que también poseen sus conjuntos con corredores locales. Otros equipos de países en los que el ciclismo tiene poco desarrollo y que cuentan con corredores españoles en sus filas serían el Massi Vivo de Paraguay o el Guerciotti de Benín. El propio Araque destaca de su experiencia corriendo tres años en Asia que el nivel es más alto de lo que se cree desde fuera: “Se va muy rápido. La carrera más veloz que he hecho en mi vida fue en el Tour de Korea. Reconoce que el nivel medio no es tan alto, pero con la llegada de profesionales europeos está creciendo y niega que acudir a países como Taiwán sea sinónimo de ganar con facilidad. Su compañero en Japón, Óscar Pujol, consiguió

convencer al equipo para que acudiera a carreras europeas para adaptarse a este tipo de ciclismo y aprender en carrera, pese a que en un principio se sentían temerosos a ser inferiores en las pruebas y no lograr acabarlas: “Es la misma situación que al pasar a profesionales. Igual el primer año no acabas, pero sí aprendes y en el futuro puedes estar compitiendo por buenos puestos”, les explicaba el ciclista vallisoletano. En otras experiencias previas corriendo en Dubai él notaba una falta de espíritu de lucha que llevase a los corredores a no moverse únicamente por un salario, sino por el gusto por el deporte: “Aquí nos gusta atacar, tenemos otra cultura diferente en ese sentido”.

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Adrián González (Burgos BH) en el Tour de Quinghai Lake, en China. Fuente: Adrián González

América es de sobra conocida por los ciclistas colombianos. Nairo Quintana, Egan Bernal, Rigoberto Urán, Esteban Chaves, Miguel Ángel López o Ivan Ramiro Sosa son algunos de los mejores ciclistas del panorama mundial y el equipo Manzana Postobón realiza una gran labor como equipo procontinental desarrollando a las nuevas estrellas del futuro del país latino. El resto de países del continente americano han comenzado presentar también a corredores de gran nivel, llegando algunos de ellos a los mejores equipos europeos. Este sería el caso de los ecuatorianos Richard Carapaz en Movistar y Jonathan Narváez en Ineos, el mexicano Luis Villalobos en Education First, el costarricense Andrey Amador en Movistar, o los argentinos Maximiliano Richeze y Eduardo Sepúlveda en Deceuninck y Movistar. Equipos italianos apostaron en el pasado igualmente por los venezolanos Jackson Rodríguez y Yonathan Monsalve o el brasileño Rafael Andriato. En Canadá y Estados Unidos el ciclismo en pista ha

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El ciclista israelí Roy Goldstein (Israel Cycling Academy) y el ciclista rumano Eduard Grosu (Delko Marseille).

Fuente: Daniel Montes López

tenido años muy buenos, aunque ahora ha sufrido un ligero descenso de resultados, siendo alcanzada por países como Argentina. En la categoría procontinental el Israel Cycling Academy da la oportunidad a varios ciclistas locales de pasar al profesionalismo y este año han repetido experiencia en el Giro de Italia después de que en 2018 la carrera saliera de su país. Equipos como el Burgos BH permiten formarse a ciclistas no solo españoles, sino neozelandeses como James Mitri, brasileños como Nicolas Sessler o monegascos como Victor Langelotti. La ciclista Isabel Martín cree que el mundo del ciclismo no debe olvidarse del resto de continentes y cree que pueden salir grandes corredores en cualquier país: “La inestabilidad social o política les puede hacer ir un paso por detrás, pero están totalmente capacitados para competir con los europeos”.

Los corredores y equipos son cada vez más globales, pero, sin embargo, las diferencias de nivel y resultados siguen estando muy presentes. Muchos son auténticas estrellas en sus países y ganan las principales competiciones del continente, pero al acudir a Europa se dan contra un muro por el salto existente entre ambas zonas. El dominio del ciclismo sigue estando en los países occidentales y con un centenar de años en torno a la práctica de este deporte, como son Bélgica, Francia, Italia o España. “No hay ningún país en el mundo que tenga los ciclistas que tiene Colombia, pero el nivel en África o Asia es muy bajo”, reconoce Mariano Palacios, presidente de la FCCYL, quien explica que la fisionomía de los deportistas africanos es diferente de la europea, ya que los músculos alargados son más beneficiosos para otras competiciones, como las pruebas de fondo en atletismo, donde son los auténticos dominadores. En cuanto a ciclismo, pese al reciente desarrollo, “el nivel general continúa siendo muy bajo”, expone Roberto Coca, organizador de pruebas en este continente. El principal problema que se encuentran es la falta de medios en la etapa de formación, que no acompaña a su trabajo, sacrificio y entrenamiento en busca de aumentar su nivel. Sí que se han hecho recogidas solidarias de bicicletas en carreras como la Vuelta a España para enviarlas a países de África en modo de ayuda, al igual que hizo el ex ciclista Abraham Olano en 2015 cuando fue seleccionador de Gabón y llevó bicicletas consigo para que los corredores del país pudieran competir. Heri Frade cree que es una cuestión primeramente probabilística, debido a la gran cantidad de población de estos continentes o países como China, donde la práctica deportes como el fútbol se impulsan desde edades muy tempranas. El desarrollo y preparación física debe ser continua y comenzar pronto para poder llegar lejos, pero allí la situación no es la ideal para ello. Tampoco es sencillo encontrar patrocinadores interesados en tener su reflejo en el pelotón y en hacer una inversión para crear equipos o escuelas de ciclismo.

Nivel de los ciclistas y las carreras de países con menos tradición ciclista

En el calendario de la UCI hay competiciones desde enero, donde se da inicio a las pruebas del máximo nivel, el World Tour, como el Tour Down Under o la Cadel Evans Great Ocean Road Race, hasta su final en octubre, con el célebre Giro de Lombardía o el Tour de Guangxi, de reciente creación. Sin embargo, desde finales del mismo mes de octubre da inicio oficial un nuevo año, con carreras menores como el Tour de Hainan, en China. El ciclismo por tanto no para en ningún mes del año. Pruebas como la mencionada de Guangxi, en China, así como otras de Turquía o Polonia aparecieron en el máximo nivel

por el interés de la Unión Ciclista Internacional de extender el World Tour por todo el mundo. Bajando uno o varios peldaños, es posible encontrar carreras tanto profesionales como amateur en los cinco continentes. En Oceanía la mayor parte del calendario se concentra en el verano de los meses de enero y febrero, con los campeonatos nacionales, el Herald Sun Tour o la New Zealand Cycle Classic. En América, además de las carreras estadounidenses en California, Utah o Colorado, cada vez aparecen nuevas carreras con mucho apoyo y a las que acuden algunos de los mejores equipos del mundo. El youtuber César Cortés reconoce que incluso le encantaría ver una cuarta gran vuelta en Colombia o Estados Unidos por el tipo de recorridos y el apoyo de los aficionados.  La Vuelta a San Juan, sucesora en Argentina del Tour de San Luis, o el Tour Colombia 2.1 terminaron en manos de Miguel Ángel López y Winner Anacona. Mariano Palacios formó parte de la expedición burgalesa que colaboró en la organización de la prueba argentina en la edición más reciente y confirma que las cosas se hicieron bien y los patrocinadores pusieron mucho dinero. La infraestructura mejoró mucho con respecto a 2018 y la población se

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El campeón noruego Thor Hushovd (Cervélo) en la salida de etapa de Burgos en la Vuelta a España 2010.

Fuente: Daniel Montes López

volcó con un deporte que aman. En esta provincia el presidente que ganó las elecciones propuso llevar a cabo una revolución deportiva y, además del apoyo institucional a la carrera, se ha construido un circuito de motociclismo y se va a edificar el velódromo de parqué cubierto más grande de Sudamérica, solo por detrás de los de Colombia. Las carreras no profesionales de nivel 2.2 tienen un gran arraigo y pruebas del inicio del calendario congregan a países enteros en torno a su disputa, como ocurre con la Vuelta a Uruguay, que en 2018 celebró su 75º edición  u otras como la Vuelta a Costa Rica, Vuelta a Guatemala, Vuelta al Táchira o Vuelta a Venezuela, todas ellas disputándose desde hace más de cincuenta años. “Cada país aporta sus peculiaridades y todo suma”, admite Miguel Ángel de los Mozos.

En Asia hay más de una treintena de pruebas, las más numerosas en países como China o Japón, destacando las disputadas en torno al Lago Qinghai o el Lago Taihu. El equipo Burgos BH acudió a esta carrera en 2018 y sus ciclistas valoraron muy positivamente la actuación de los organizadores: “Todos los días había espectáculo en un escenario en la salida y entrevistas a los ciclistas. En meta cada equipo tenía su propia carpa. Se le daba mucha importancia en los medios de comunicación. No tienen nada que envidiar de las carreras de aquí”. En Oriente Medio el poder económico de países como Emiratos Árabes Unidos, Qatar u Omán atrae a los mejores equipos del pelotón internacional. En estos países “un capricho de un jeque” termina consiguiendo que se dispute el mundial en su país, admite César. El dinero existente permite crear grandes autopistas, pero también el peligro de sufrir caídas por las tormentas de arena presentes en el desierto. Más al este, las carreteras de Tailandia, Indonesia, Filipinas o Malasia están abarrotadas de aficionados pese a tratarse de carreras mucho menores: “Me gustaría ver carreras en España con el nivel de afición que hay allí. Son países pobres pero las pruebas están muy bien organizada”. Rodrigo Araque relata su experiencia en estos países destacando la seguridad con que corrían y la afluencia de público: “Había filas de tres o cuatro personas en medio de la nada. En China los 160 kilómetros están encintados para que nadie se cruce por medio. Eso es impensable aquí”. En cuanto a África, hasta el año pasado únicamente el Tour de Gabón era carrera profesional y a ella acudían equipos franceses y del resto de Europa, pero en 2019 el creciente Tour de Ruanda logró entrar en la categoría 2.1 de la UCI. El creciente desarrollo ciclista de este país lo contempla como uno de los candidatos potenciales a acoger el Campeonato del Mundo de 2025. La propia Unión Ciclista desea que se dispute por primera vez en la historia en este continente y David Lappartient ha animado a las federaciones nacionales a presentar su candidatura para acoger la prueba dentro de seis años. “Sería un gran paso adelante. Es uno de los mayores eventos ciclistas del

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Lista de corredores del equipo Quick-Step en 2017, presente en

uno de los autobuses del equipo. Fuente: Daniel Montes López

mundo”, asegura Juan Clavijo. Conjuntamente, las vueltas a Egipto, Marruecos, Camerún, Argelia, Costa de Marfil, Burkina Faso o Senegal mantienen su desarrollo pese a los problemas económicos u organizativos o al mal estado de muchas de sus carreteras. “Estos países están mal organizados en unos 130 puntos de los 150 que incluimos los comisarios de carrera en los dosieres”, explica Roberto Coca, “Desde la UCI lo saben, pero hay que mantener el ciclismo en esos países”. Desde los organismos reguladores y el resto de carreras se les trata de ayudar mediante cursos técnicos, pero la filosofía es muy diferente en estos territorios, por lo que la adaptación es más lenta de lo que se querría.

Esta ingente cantidad de carreras por todo el planeta da muestra de la globalización que se está consiguiendo de un deporte como el ciclismo que apenas se practica en muchos países. Aunque, como ejemplifican las mencionadas carreras en países como los Emiratos Árabes Unidos, no siempre se crean las carreras por y para los aficionados. El Mundial disputado en 2016 en Doha, Catar, fue muy criticado por la pobre imagen que daba en cuanto al número de aficionados. Dando por descontado al personal encargado de la organización que estaba presente en salidas y llegadas, apenas podía verse a aficionados a lo largo de todo el recorrido. A esto se sumaba que la orografía totalmente llana del país hizo que los 257 kilómetros de la carrera discurrieran de forma monótona y sin alicientes para otro tipo de corredores que no fueran los grandes velocistas, decidiéndose la prueba al sprint. Álvaro Robredo explica que el principal motivo para elegir estos países era el publicitario de sus destinos turísticos y lugares de interés y cree que era lógica la falta de público por las condiciones climatológicas del país: “Cuando hacen una carrera a 50 grados de temperatura en el desierto, obviamente no va a haber mucha gente animando”.

En el otro lado de la balanza, los ciclistas sí que sienten que cuando viajan a otros países estos comienzan a interesarse por el deporte en sí y muchos comienzan a practicarlo. “El dinero mueve mucho, pero la afición mueve más”, recalca Sara Martín comparando el ambiente de Francia o Bélgica con el de los países de Oriente Medio, “Por mucho dinero que se ponga, llevar la cultura a otro país es complicado. Aquí se lleva dentro y eso tira más”. El también burgalés Adrián González explica cómo la cultura de cada zona hace que los aficionados vivan la llegada de los corredores a su ciudad de forma muy distinta: “En Colombia era algo increíble, la gente latinoamericana siempre es muy efusiva. En China sí que se acercaban a la salida a saludarte y ver las bicis, pero eran muy formales, muy rectos,

como si estuvieran puestos en el sitio”. Los mismos corredores se llevan sorpresas cuando acuden a carreras muy pequeñas de países del sudeste asiático y ven las carreteras llenas de gente y los periódicos dedicando al evento dos o tres páginas. Óscar Pujol narra sorprendido cómo le reconoció más gente en un aeropuerto de Indonesia, que cuando en Europa voló en avión con Carlos Sastre justo después de que este ganara el Tour de Francia. Mariano Palacios recuerda que unos compañeros le contaron su experiencia en carreras en Túnez y Burkina Faso, donde la gente acudía en masa a verlo, incluso siguiendo a la carrera en un ciclomotor, por el hecho novedoso que representaba para ellos.

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El equipo japonés Matrix-Powertag, presente en carreras españoleas al contar entre sus filas con Paco Mancebo o José Vicente Toribio. Fuente: Daniel Montes López

Casi todos los ciclistas, organizadores o miembros del equipo que han podido viajar a países lejanos para competir coinciden en la grata experiencia que ha supuesto para ellos. Sara Martín, pese a su juventud, ya ha sido seleccionada tanto por Castilla y León como por España. Con el equipo combinado nacional acudió al mundial de 2016 y vivió una experiencia inolvidable: “Fue un sueño representar a mi país y aunque tampoco sabía manejarme mucho porque era mi primer año como junior, me sirvió para comprobar el nivel que hay fuera”. Reconoce que esa semana vivió un auténtico choque de culturas y coincidió con ciclistas de todos los países. Los corredores del Burgos BH que compitieron a finales del pasado año en Colombia y China pudieron comprobar la diferencia entre la forma de competir con respecto a España. En Asia Ángel Fuentes recuerda la servicialidad de la población: “Cuidaban mucho al corredor y se notaba que el país se involucraba mucho con el ciclismo”. En el Tour de Qinghai Lake

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Adrián González y Álvaro Robredo (Burgos BH) en el Tour de Quinghai Lake, en China. Fuente: Daniel Montes López

las etapas maratonianas, llegando casi a los 240 kilómetros, a través de puertos muy largos de la zona del Tíbet y con corredores con los que no habían corrido nunca: “Llegabas a la cima del puerto y veías un templo tibetano enorme. Era un cambio de paisajes brutal”, relata Adrián González. En el Tour de Taihu Lake recorrieron los distritos urbanos de la ciudad de Shanghai, por lo que el ambiente era más similar al europeo”. La presencia de Rodrigo Araque en países asiáticos, sin embargo, se debió a su fichaje por el Team Ukyo japonés, después de Óscar Pujol contactara con él para pedirle que se uniera a su equipo, ya que él era el único español en el conjunto. El primer año corrió principalmente por Japón carreras menores casi todos los fines de semana. Los dos siguientes, ante la apertura del equipo a viajar a nuevos países, se quedó en España y se desplazaba a dónde se celebrara la carrera en cuestión: “La experiencia fue muy buena, repetiría sin duda. Al irme sí que sentí un poco de vértigo, sobre todo los días antes de viajar, pero me ha permitido conocer muchas sitios. He trabajado de lo que quería, he ganado dinero con ello y he disfrutado montón”.

Óscar, por su parte, viajó por primera vez fuera de España para competir cuando corrió la Vuelta a México en 2008. En 2012, se encontraba sin equipo tras no haber podido rendir al máximo en Cervelo. Sin embargo, a raíz de un mensaje a través de Facebook, le llegó una oferta y fichó por un equipo continental iraní, lo que supuso un gran cambio en su vida: “Tiene fama de país peligroso, pero allí comencé a ver mundo y vi la realidad del lugar”. De allí pasaría a Indonesia, posteriormente a Taiwán y finalmente recaló en Japón en 2015. La experiencia de Mariano Palacios fue en la otra parte del mapa, en Argentina. Lo primero que le viene a la mente era el calor asfixiante que llegaba hasta los 47 grados en el ambiente y los 52 en el suelo. Los recorridos eran relativamente llanos, ya que a muchas montañas no se podía subir porque no estaban asfaltadas. En San Juan el ciclismo es el deporte rey y todo el mundo conoce a los corredores. Al paso de la carrera sentía el aliento de todo el público en las cunetas: “Llevaban agua para todos. Había cientos de banderas de los equipos locales que quitaban y ponían a lo largo del recorrido. Transmitían mucha pasión, es como el fútbol en España”.

Pero las experiencias más impactantes y, a la vez, humanas las han vivido en África. Roberto Coca ha viajado a este continente en varias ocasiones como comisario internacional enviado por la Unión Ciclista Internacional. Allí pudo conocer mucha gente y formar parte de vivencias que enriquecieron su vida. Estuvo tres años en el Tour de Camerún y uno en la única edición reconocida por la UCI del Tour de Mali. En el primero la organización era más avanzada, pero en Mali se encargaba de gestionar todo una empresa francesa ya que la carrera se acababa de crear. La primera etapa resultó un completo caos. Se trataba de una contrarreloj individual por el centro de la ciudad. Comenzaron a salir los ciclistas, pero no llegaba el primero a meta. En un principio se pensó que podía ir más lento de lo esperado, pero pasaron muchos minutos y no llegó nadie. Descubrieron que había habido un problema en uno de los tramos del recorrido donde la policía, no habituada a la disputa de una prueba similar, no había sido capaz de cortar el tráfico y los coches continuaban pasando por la carretera. Los ciclistas tuvieron que frenar y se anuló aquella jornada. Por desgracia, la prueba solo se disputó aquel año ya que la edición del año siguiente tuvo que ser retrasada en primer lugar y finalmente cancelada ante las amenazas terroristas vividas en el país. 

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Awet Gebremedhin, ciclista eritreo de Israel Cycling Academy. Fuente: Daniel Montes López

En 2017 reaparecería la carrera, aunque como prueba amateur fuera del calendario oficial de la UCI. Allí, Mariano Palacios presenció las abismales diferencias con una sociedad como la española y le sorprendió que, pese a la extrema pobreza de muchos de sus habitantes, todos se reunían en torno a este evento con la ilusión que no habían perdido ante su situación personal. El trato al extranjero era muy bueno y le permitió ver por cuán poco se protesta en las sociedades occidentales sin valorar todo lo que se tiene: “No somos conscientes de lo bien que vivimos en Europa hasta que vemos algo así”.

Difusión de la pasión ciclista y experiencias en países con menos tradición ciclista

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