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Un año de sacrificio por un instante de gloria

Una misma rutina diaria. Once meses de entrenamiento continuo. Una alimentación estricta. Horas y horas encima de una bicicleta, por recorridos siempre similares. Largos viajes por todo el mundo. Estancias prolongadas fuera de casa, lejos de tu familia. Unos compañeros a los que apenas ves durante el año. Continuos controles antidopaje en momentos de su vida privada. Contratos efímeros, difíciles de conseguir y en ocasiones mal pagados. Un deporte sacrificado y peligroso, con una alta probabilidad de lesión que termine con tu temporada o incluso toda tu carrera al poco de empezar. Un nivel de exigencia profesional al que no todos son capaces de rendir. En la mayoría de los casos un rol de gregario que no permite obtener el éxito. Y como premio una ansiada victoria entre las muchas carreras que se corren durante el año y de la cual el gran público no se entere jamás u olvide al día siguiente cuando sea otro quien alce las manos al cruzar la línea de llegada. Todo ello siempre bajo la alargada sombra de duda del dopaje que oculta el esfuerzo diario y pone la sospecha en todo deportista ganador.

Ante este panorama desolador, ¿cuáles son las razones que llevan a alguien joven a querer adentrarse desde una edad tan temprana en el mundo del ciclismo e intentar, si su rendimiento y la suerte se alinean, llegar a correr entre los mejores e incluso dedicar su vida a ello? Existen casos en los que la persona lleva el deporte en la sangre. Desde muy jóvenes viven por y para ello, y un día cualquiera descubren el ciclismo y se enamoran perdidamente de él. Es el caso de Isabel Martín, vallisoletana de tan solo 19 años, pero que ya es una más en el pelotón internacional. Su primavera comienza alejada de casa, en tierras belgas, vistiendo los colores rosados del Bizkaia-Durango. A ella siempre le había apasionado el deporte y había practicado muchos diferentes, pero no fue hasta 2011 cuando, gracias a su padre, un habitual los fines de semana en las grupettas de amigos que recorren las carreteras de la provincia, acudió a presenciar unas pruebas de la Copa del Mundo de ciclismo femenino que se disputaban en esa misma ciudad, en el barrio de Parquesol. Se trataba de la segunda edición del Gran Premio de 

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Isabel Martín, con los colores de su nuevo equipo, Bizkaia-Durango

Fuente: Isabel Martín

Valladolid como parte de este grupo de pruebas y en él se impuso la holandesa Marianne Vos, quien se convertiría en una de las mejores ciclistas en la actualidad. Isabel ya salía con frecuencia a dar paseos en bici con su padre, pero a raíz de ver a las profesionales en acción quiso intentar ser una de ellas. Al poco tiempo se apuntó a una escuela de ciclismo de la ciudad y ocho años después ya se encuentra en un equipo profesional en el que es solo su segundo año en la categoría sub 23.

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Adrián González (Burgos BH) en la Vuelta a Colombia de 2018 junto a Óscar Quiróz (Bicicletas Strongman)

Fuente: Adrián González

En otros casos esta oportunidad llega más tarde, cuando el resto de ciclistas de la misma edad ya han transitado por diferentes categorías. Adrián González, no conocía  a nadie de este mundillo, pero sí que solía ver carreras a través de la televisión. Únicamente había practicado baloncesto, pero con la mayoría de edad ya cumplida, más tarde de lo habitual, se adentró en un equipo de categoría juvenil y poco después dio el salto profesional de manos del equipo Euskadi Murias. Sin embargo, su sueño se vio truncado a finales del pasado año 2018 cuando el que entonces era su equipo y también el de su ciudad, el Burgos BH, decidió no renovarle y, ante la falta de una oferta de un equipo profesional se vio obligado a colgar la bicicleta prematuramente y adentrarse en el mundo laboral en el perfil para el que se había formado paralelamente, ingeniero. Algo similar ocurrió recientemente con el también vallisoletano Rodrigo

Araque. No fue algo que él eligiera, simplemente surgió esa posibilidad de dedicarse a ello. Desde muy pequeño le gustaba andar en triciclo por la casa imitando las celebraciones del que por aquel entonces era su ídolo y el de medio país, Miguel Induráin. Tampoco había ningún amante de este deporte en su casa, simplemente se veía en la televisión como cualquier otra cosa. A través de su abuela se enteró de que el carnicero de su barrio iba a crear una escuela de ciclismo y no dudó en apuntarse a ella. En aquel entonces tenía solo seis años. Al contrario que Adrián, Rodrigo fue pasando poco a poco por todas las categorías hasta que se convirtió en profesional. Sin embargo, su destino acabaría siendo parecido al de este. Con 28 años, en el mes de abril renunciaba a seguir corriendo. Entre 2016 y 2018 vivió la experiencia de correr en el equipo japonés Ukyo, pero a final de año, más tarde de lo que le habría gustado recibía la noticia de que no iban a renovar su contrato. A esas alturas del año la mayoría de equipos contaban con sus plantillas prácticamente cerradas, por lo que no logró encontrar acomodo en otra escuadra. En los siguientes meses en los que recibió ofertas para recalificarse como amateur, pero aspiraba a algo más y por ello continuó entrenando como si tuviera otra competición a la vuelta de la esquina, como había hecho en los últimos años. Sin embargo, la última bala que tenía en su cartucho, un pequeño continental colombiano, resultó no tener pólvora y ante la falta de motivación decidió que su etapa como ciclista había llegado a su fin.

Sus inicios en el ciclismo, rendir al máximo nivel, la especialización y el salto a profesionales

No todas las situaciones de los ciclistas han de ser tan desesperanzadoras. La burgalesa Sara Martín comenzó en ello movida por su gusto por el deporte desde su infancia. Se probó en el atletismo, en el ciclismo y en una combinación, el triatlón. Durante dos años compatibilizó los diferentes deportes, pero una vez que llegó al Bachillerato y posteriormente a la carrera universitaria, optó por seguir en el que mejor se desenvolvía casi sin necesidad de entrenamiento: el ciclismo. La afición la heredó de su padre y comenzó inscribiéndose en el equipo masculino de su localidad, Aranda de Duero. A partir de ahí, cinco años en este deporte que la han permitido adentrarse en el mundo profesional de la mano del Sopela Women’s Team. En esta misma provincia nació unos años antes Ángel Fuentes, otra de las promesas del ciclismo español. Él comenzó a los siete años de edad, cuando entró a formar parte de una de las escuelas ciclistas de la ciudad, cuya existencia desconocía previamente. Tal era la falta de costumbre en la familia de tener a un ciclista en potencia entre sus filas que acudió a correr el primer año con una bicicleta  de montaña en lugar de una de carretera como el resto de niños, pero pese a ello ganaba las carreras a las que acudía. Actualmente, a sus 22 años, corre en el equipo amateur Gomur y en 2018 estuvo como stagiere en el equipo Burgos BH, con el cuál correrá de forma definitiva la segunda mitad de la presente temporada.

Cuando los corredores finalizan esa etapa de formación en la que pasan por diferentes categorías según su edad y en la adquieren los conocimientos básicos para comenzar a desenvolverse en este deporte, llega un momento clave, el salto a profesionales, previo paso por la categoría sub 23. En torno a esa edad de unos 25 años, el ciclista comienza a despuntar y a dar muestras de su calidad, sin embargo, cada vez son más frecuentes los casos de jóvenes precoces que aún en edad juvenil consiguen fichar por un equipo profesional y obtener victorias de renombre que les lanzan al estrellato. Fabio Jakobsen, March Hirschi, Tadej Pogacar o la creciente cantera colombiana con talentos emergentes como Egan Bernal, Iván Ramiro Sosa o Álvaro José Hodeg se han hecho ya un hueco entre las primeras posiciones de las pruebas del máximo nivel, el World Tour, y ninguno de ellos supera los 22 años. Pero el caso más sorprendente es el del joven belga al que muchos comparan con el mejor ciclista de todos los tiempos, Eddy Merckx. Con 19 años recién cumplidos dos días antes, Remco Evenepoel debutaba en argentina con los colores del potente equipo Deceuninck - Quick Step. Con 22 victorias había cerrado un 2018 en el que ganó casi todo lo que corrió, incluido los campeonatos nacionales, europeos y mundiales, con una facilidad asombrosa y llamando la atención de todo el panorama ciclista. Ante su rápido ascenso surgiría el debate en torno a en qué momento un ciclista está preparado para competir entre los profesionales. Álvaro Robredo, ciclista del equipo Burgos BH desde hace seis años, considera que se

trata de un caso excepcional que ocurre cada muchos años, pero también pide calma ante la euforia surgida: “muchos de los corredores que llegan como promesas terminan estancándose o pasando desapercibidos”. Cada uno tiene un ritmo diferente y hay quienes pueden explotar todo su potencial más adelante, por lo que la clave está en la constancia en el trabajo de cada corredor. Rodrigo Araque admite que el rendimiento de Evenepoel asusta y que si mantiene esa progresión llegará a ser una estrella, pero también recalca la importancia de ver primero cómo se desarrolla su cuerpo en función del entrenamiento que siga. Él personalmente tuvo más dificultades en otro salto, el de cadetes a juveniles:

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Ángel Fuentes (Gomur-Cantabria) en una prueba

de la Copa de España Amateur

Fuente: Miguel Ena San Juan, cedida por Ángel Fuentes

“a esas edades unos ciclistas tiene un cuerpo de niño -como fue su caso- y otros de hombre”. Este desarrollo tardío o temprano genera muchas diferencias entre ellos, pero también puede suponer un problema para los segundos. El hecho de vencer con tanta facilidad debido a su físico hace que muchos descuiden su entrenamiento y al subir a correr con sub 23 se den contra un muro al comprobar que ya sus capacidades innatas ya no bastan. Eso mismo reafirma Ángel Fuentes, quien opina que ese cambio es el más complicado al comenzar a correr con gente hasta seis años mayor que tú. Él recomienda tener paciencia y no fijarse en los resultados de los corredores mayores que uno mismo, sino solo en los que tiene una misma edad y, por tanto, características más similares. Al fin y al cabo “el cuerpo tiene memoria” y el entrenamiento sumado al paso de los años termina dando sus frutos, Adrián González no notó tanto los cambios: “depende de cada corredor, ayuda mucho la preparación y motivación”. Otro de los problemas a los que se enfrentan es la falta de equipos, especialmente al finalizar la etapa de formación y querer adentrarse en el profesionalismo. En España hay pocos equipos continentales y por tanto falta una estructura potente que permita dar ese paso con garantías. La disputa de la Copa de España sub 23 o junior ayuda a formar a los jóvenes, pero el número de carreras puede resultar ligeramente corto en el calendario. En el circuito femenino el problema no se produce tanto en España como fuera de ella. Cuando las ciclistas acuden al extranjero a competir contra rivales de su misma edad, la diferencia de nivel se nota con más claridad debido a las distancias a recorrer y a la dureza de los trayectos, por lo que cuesta coger ritmo de competición en estos lugares.

En este mismo sentido, cuando han dado este salto, encaran otra complicación añadida: saber si serán capaces de rendir al máximo nivel del profesionalismo, algo para lo que no todos están preparados. Ya no solo adaptarse a esta profesión, sino saber si serán capaces de competir con los mejores durante los próximos años. Hecho del que dependerá su continuidad contractual en este deporte. ¿Se encuentran realmente preparados para ello? Adrián afrontó su primer año en Euskadi Murias sin saber lo que le iba a esperar. Las complicaciones crecieron a raíz de una tempranera lesión, una tendinitis que le obligó a retrasar su inicio de temporada. Pese a ello, recibió el apoyo moral de su equipo que necesitaba

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Álvaro Robredo (Burgos BH) con su nueva equipación y su bicicleta de entrenamiento. Fuente: Daniel Montes López

y, cuando llegó el día del debut pudo trabajar para el equipo y terminar en la parte delantera, siendo esto para él un soplo de confianza. Robredo por su parte sí que tuvo más miedo al pasar a profesionales, por lo que decidió esperar un año más, ya que cuando le surgió la primera opción, no se veía preparado para para hacer tantos kilómetros en el pelotón internacional. Hay corredores que necesitan adecuarse a esta progresión poco a poco y otros que se ven capacitados para ello desde un primer momento. Incluso hay quienes se ven obligados a hacer un parón durante unos años y volver con más

fuerzas años después. Es el caso de Anna Pujol. De pequeña estuvo varios años corriendo, pero se vio obligada a dejarlo. Sin embargo, ocho años después empezó a salir con su grupetta y decidió lanzarse a conseguir la licencia que necesitaba para competir. Lo consiguió y dos años después, tras sus buenos resultados durante la campaña, finalizando entre las quince o veinte primeras en todas las pruebas, obtuvo la posibilidad de acceder al que ahora es su equipo. De reciente creación, el Eneicat Cycling Team leonés la ha permitido entrar en la categoría UCI, algo que por una parte le asusta, pero que por otro lado es una oportunidad que no puede dejar escapar y por la que sale a entrenar cada día.

Al poco de entrar en el ciclismo, cada corredor debe elegir, o más bien, se le recomienda, centrarse en una especialización, la que más se adecúa a sus características físicas y su constitución. Ciclistas con mayor altura y peso suelen desenvolverse mejor como rodadores por los diferentes terrenos, mientras que los más bajitos y ligeros son quienes, por norma general, afrontan mejor los ascensos a los puertos de montaña. En España es menos frecuente ver a grandes velocistas que se hagan un hueco en las volatas masivas. Casos como el del tres veces campeón olímpico, Óscar Freire, son poco habituales en nuestro país. Los corredores rápidos del pelotón español lo son en grupos más seleccionados,

en carreras de desgaste, menos llanas, como las que conforman la Copa de Francia. Estos serían casos como los de Carlos Barbero, Juan José Lobato o Jon Aberasturi. Sara Martín explica que desde pequeño uno va tomando contacto con la carretera y va viendo que se le da mejor según sus cualidades o que le gusta más, que también resulta importante. Ella misma no sabe con certeza cuál es su especialidad. Por ello el director equipo es quien decide asignarle labores en las carreras para comprobar hacia dónde podría encaminar su carrera. Existen corredores que se desenvuelven bien es muchos terrenos, lo cual les permite luchar por vencer en las grandes vueltas. Pese a ello, hay también quienes tratan de adaptarse bien en todos los terrenos y no termina definiéndose

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El equipo Burgos BH entrenando en 2018 en el velódromo de Roubaix. Fuente: Adrián González

perfectamente en ningún terreno. Por ello Fuentes considera positivo que todo ciclista profesional sepa cuál es su sitio en el equipo y destaca que todos los roles son necesarios en un grupo para poder ayudar al líder o imponerse en una escapada.

En el equipo, por tanto, existen diferentes roles que cada corredor debe asumir en función de su experiencia, sus cualidades y, sobre todo, la situación de carrera. El sueño de todo ciclista es vencer, alzar las manos al cruzar la meta, ya sea en los Campos Elíseos, en el velódromo de Roubaix o en la recta final de Oudenaarde. Pero no todos los ciclistas pueden ganar, solo uno. Y dentro de cada equipo solo un ciclista es elegido para optar a lograrlo. El resto deben unir sus fuerzas en favor de él para poder auparle hasta la victoria. Ahí nace el puesto de gregario, aquellos miembros del equipo cuyo trabajo en muchas ocasiones pasa desapercibido a las miradas del gran público. Los ciclistas deben estar preparados mentalmente para ello, deben saber que van a ser designados gregarios un día y posiblemente en otra carrera sean ellos los líderes para los que trabaje el resto del equipo. “Sabes que hay días para todos, hoy ayudas tú y luego te ayudan todos a ti, explica Fuentes. Incluso los más grandes han comenzado desde abajo cumpliendo esa misma función. Araque siempre se ha considerado un gregario y se ha dejado hasta el último aliento por sus compañeros. Aun cuando supo que no iba a renovar, siguió trabajando para su equipo: “no es cuestión de acostumbrarse o no, simplemente es tu forma de correr”. Sara Martín lo considera incluso algo bello el hecho de que tu compañero pueda ganar gracias a ti y Óscar Pujol, ex ciclista recientemente retirado, lo ve como una forma incluso de quitarse una responsabilidad para la que no siempre se está preparado. El hecho de ser gregario ayuda al ciclista a crecer e implica la confianza del equipo en cada uno de los miembros que lo componen. Así lo cree Isabel, para quien esta es la mejor experiencia posible. Ella lo ve como algo indispensable porque “quien lo lleve mal no puede seguir en un equipo”. El ciclista riojano Robredo recalca además la importancia de generar buen grupo un grupo unido en las concentraciones y tener confianza mutua: “debes ser consciente de que un compañero puede estar mejor, igual tú no llegas a la cima pero puedes ayudar a que tu compañero lo haga lo cual termina siendo beneficioso para todos”.

Conocer los recorridos, compaginar los viajes y la vida familiar y el rol de gregario

En cualquier deporte la confianza entre los compañeros se cimienta día a día, a base de entrenamientos en los que los miembros del equipo se van conociendo y descubriendo la forma de competir del resto del equipo y como crear sinergias entre ellos durante los partidos o competiciones. En el ciclismo es un caso peculiar, ya que los corredores de un mismo equipo apenas se ven hasta el preciso día de la carrera, el resto del año apenas tienen contacto en persona salvo que vivan en el mismo lugar y salgan a entrenar juntos. Cada uno vive en su ciudad y viaja el día de la competición al lugar de la prueba. Esta situación es la más cómoda para el ciclista, más aún cuando es el equipo quien paga los gastos de los viajes. “No se puede estar todo el tiempo concentrado en un sitio. Cada persona tiene su familia y amigos a los que viene bien ver para despejar la cabeza y correr mejor”, expone Ángel Fuentes. “Otro de los factores es el económico”, añade Isabel. Su equipo sí que tiene un piso en País Vasco en el que pasan algunas estancias ciertas corredoras cuando tienen que viajar a carreras más lejanas. Durante periodos de una o dos semanas al inicio del año se reúnen para convivir y conocerse. Ella preferiría que durasen más, pero la falta de dinero y la situación personal de cada una lo impide: “si hubiera más presupuesto podríamos estar en Navacerrada entrenando todas juntas, pero cada una tiene sus estudios y su trabajo aparte”.

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Álvaro Robredo, al inicio de la temporada 2019, con el nuevo maillot del Burgos BH

Fuente: Manuel Ena San Juan, cedida por Álvaro Robredo

Sí que hay determinados corredores de un equipo que pueden mudarse temporalmente a otro país en el que son contratados, pero muchos pueden hacer su vida a miles de kilómetros del lugar al que pertenece su equipo. Eso provoca curiosas situaciones como que un equipo de una ciudad no aloje durante el año de forma continuada a ninguno de sus propios corredores. “Pero el ciclismo es así”, aclara Óscar Pujol, el veterano exciclista vallisoletano, “es un deporte de equipo, pero muy individual”. Cada uno de los ciclistas debe ser responsable en sus entrenamientos para llegar en plenas condiciones a los días de competición y el director de equipo, por su parte, debe conocer el

carácter de cada uno de sus corredores para valorar como funcionará el equipo en conjunto. Las opiniones a este respecto son variadas. Hay quienes consideran que sí que se necesitaría un mejor conocimiento mutuo para entenderse mejor en carrera dentro de esa “pequeña familia” en que se convierte el equipo, en especial con las corredoras extranjeras a las que apenas has visto correr. Rodrigo Araque explica que se trata de algo que ocurre en todos los trabajos, ya sea dentro de una oficina o de un pelotón. Sin embargo, los ciclistas se van conociendo en los días de carrera o en las estancias en los hoteles en los que pasan muchos días: “somos bastante sociables y hacemos buenas migas con facilidad”, añade Adrián González.

Para generar una mayor compenetración, los equipos suelen hacer una o varias concentraciones, especialmente antes de comenzar la temporada. Todos los corredores se reúnen durante varias semanas en un mismo sitio, favorable por sus características orográficas o su climatología. El sur de España y la costa levantina son los lugares elegidos por muchos equipos internacionales para iniciar su pretemporada debido al buen tiempo que presentan estas zonas en los meses de diciembre o enero. “Es el caso de Astana, que tiende a reunirse en Calpe”, explica Pujol. En el Burgos BH, por ejemplo, este año se efectuaron dos concentraciones. Una en diciembre en Burgos, de una semana, y otra en enero y febrero en Almuñécar, de tres semanas, como forma también de concienciar al equipo ante los casos de dopaje descubiertos unos meses antes en el seno del equipo. En el caso del Euskadi Murias, Adrián narra cómo cada invierno pasaban una semana en Benidorm, posteriormente hacían algún entrenamiento en Vitoria o Durango por la proximidad de todo el equipo a esta zona, y finalmente acudían a Mallorca o Valencia: “se notaba bastante la mejora de rendimiento y nos permitía hacer piña”.

Desde el mes de enero hasta finales de octubre se suceden una infinitud de carreras en los cinco continentes. Estas concentraciones se producen por tanto, a principios de año, cuando da inicio de la temporada, o incluso a finales del anterior. En esos primeros meses estas “reuniones” de equipo se alternan con el trabajo en el gimnasio y en la piscina, así como otras modalidades como la bicicleta de montaña o incluso la práctica del senderismo. Pese a esta continuidad en la sucesión de un año y el siguiente, los ciclistas sí que efectúan un breve parón en el que tratan de desconectar de la bicicleta. Tras finalizar la última competición del año, se continúa dando pequeños paseos en bicicleta con los amigos para no parar en seco tras haber efectuado un esfuerzo tan alto en los meses anteriores.

Algo similar al uso del rodillo para soltar los músculos al final de cada etapa.  Tras ello, están en torno a un mes sin hacer deporte o practicando disciplinas como la natación o la carrera a pie, para alejarles de la monotonía de las dos ruedas que acapara los otros once meses del año. “Desde el equipo se nos obliga hacer vida normal, descansar y despejarnos”, explica fuentes. También es favorable cambiar de aires y buscar un ambiente diferente. Tras este impás, el ciclista vuelve a entrenar con mayor o menor intensidad en función de cuando empiece a competir, ya que algunos lo harán a mediados de enero y otros podrán esperar incluso hasta marzo, como tiende a hacer el australiano Michael Matthews. Durante la temporada también es posible efectuar algún pequeño descanso de una semana: “como la temporada es muy larga, a mitad de año haces un parón para recuperar energías”, añade Araque, “todo ello con el beneplácito del equipo y el preparador físico, quienes están informados en todo momento de tu actividad”.

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El equipo Burgos BH reunido durante la Vuelta a Madrid

Fuente: Félix Donate (Road and Mud),

cedida por Álvaro Robredo

Pese al inicio tan tempranero de la temporada, la carga de competición entre corredores depende mucho del equipo al que se pertenece y el calendario que este tiene. Algunos ciclistas del pelotón continental profesional o del World Tour pueden acabar en torno a los cien días de competición. El año pasado el albanés Eugert Zhupa llegaba a los 99 días en carrera, habiendo disputado pruebas durante ese año en hasta catorce países diferentes, incluidos Gabón, Taiwán, Malasia o Marruecos. Hace años la cifra era aún mayor. Ángel Fuentes relata cómo, en un viaje a Bélgica para correr la Lieja-Bastoña-Lieja Sub 23, el ex ciclista español de los años 80, Marino Lejarreta, contó a los corredores que él solía hacer entre 120 y 130 días de competición cada año: “usaban las primeras carreras del año para entrenar y sufrían mucho esos días. Casi no entrenaban, les bastaba con correr para coger la forma física óptima”. En su caso propio, el año pasado hizo 63 días. Podría haber llegado a los 90 si hubiera disputado todas las pruebas de País Vasco, pero cree que la suya ya era una cifra correcta para un amateur. Sin embargo, no todos tienen la opción de competir en tantas pruebas. Fuera de Europa no hay tanto calendario. Óscar Pujol, cuando corría en Japón, entrenaba 300 días al año, para luego solo correr una treintena de días. En España el calendario se concentra en los meses de enero a junio, pero una vez pasada esta fecha, apenas hay pruebas: “Si estás es un continental o en un continental profesional que no corre la Vuelta a España, apenas tienes mucho calendario alternativo más allá de alguna carrera suelta como las de China”, aclara Adrián. En el circuito femenino las corredoras también piden que se creen más carreras. Actualmente en España sí que hay pruebas de nivel como la Emakumeen Bira, la Setmana Valenciana o la Vuelta a Burgos, recién ascendida a UCI. Pese a ello, si no se corre a nivel internacional, por ejemplo, cuando se es amateur, su calendario se reduce únicamente a las pruebas de Copa de España y Trofeo Euskaldun. Isabel cree que sería positivo que carreras ya existentes en el circuito femenino crearan su versión femenina, como ha ocurrido con la Clásica de San Sebastián, cuya prueba femenina ha sido impulsada por la ex ciclista Leire Olaberría: “Nos permitiría compartir infraestructuras, visibilidad y horas de presencia en televisión”.

La cifra de días de competición, cada corredor viviendo en su país, las concentraciones y la posible falta de unión

El tiempo que no están corriendo, lo dedican al entrenamiento, para estar en forma si se acerca una prueba o si son llamados a última hora para cubrir la baja de un compañero. Cada corredor tiene su propio plan personalizado, aunque suele ser habitual entrenar seis días a la semana y descansar uno. Depende mucho de la época del año y de cuáles sean sus objetivos de la temporada: “si hay cerca competiciones, metes más intensidad, si has competido mucho, metes más descansos para llegar más fresco”, explica Óscar. Todos los corredores tiene además su propio preparador físico o entrenador, ya sea individual o compartido con otros ciclistas del equipo, que semanal o mensualmente les señala como deben ser sus entrenamientos, que número de días y cuántas horas o series hacer cada jornada. Además añade Fuentes que con los nuevos GPS y medidores de potencia y frecuencia cardíaca se pueden recopilar datos y enviarlos a través de Internet al entrenador: “el ciclismo cada vez son más números y matemáticas”. En los meses de invierno se les recomienda hacer más trabajo de fuerza, gimnasio y kilómetros de rodaje. Cuando empieza la temporada se deja a un lado el gimnasio y se inician las series y el entrenamiento de calidad. Si se quiere preparar alguna carrera concreta, se hacen entrenamientos en altura durante días o semanas. Esto también permite romper la rutina de entrenar siempre en la misma zona en la que viven y la cuál se conocen de memoria. Quienes, como Sara Martín, aún se encuentran en su etapa universitaria, tratan de compatibilizar los entrenamientos y los estudios, para lo cual también cuenta con la ayuda del preparador físico y del propio equipo.

Cuando llega la carrera, el equipo viaja al lugar donde se disputará la misma, ya sea en el propio país o a miles de kilómetros. Previamente hay corredores que optan por realizar las mencionadas concentraciones en lugares como Sierra Nevada, Andorra o Navacerrada. Gracias a ellas, además de la mejora de ciertos aspectos físicos, también permite adaptar al cuerpo a competir en carreras con mucha altitud, como pueden ser las de Latinoamérica o zonas de China. También ayuda llegar con antelación, para poder adaptarse a otros factores como el cambio de hora o el clima del lugar. Pero el principal problema para el que deben prepararse es el conocimiento del terreno. No siempre se acude a correr a lugares conocidos y de los que se han podido ver ediciones previas en televisión. En casos así, su salvavidas es un extenso documento: el libro de ruta. Cada carrera tiene el suyo y en él se recogen todos y cada uno de los detalles que puedan ser de utilidad para el ciclista: perfiles de etapas, mapas, puntos de importancia como puertos de montaña, sprints especiales o zonas de avituallamiento, puntos de riesgo como cruces, estrechamientos o pasos de nivel, información sobre la salida, la llegada y los alojamientos, los horarios de cada etapa y toda la normativa y regulación. La organización lo traslada a

los equipos y estos, a su vez, a los corredores. A partir de este rutómetro se hacen a la idea de cómo es la carrera, aunque siempre hay un factor de sorpresa si nunca has corrido en ese sitio: “En Irán pensaba que encontraría malas carreteras, pero luego vi que circulábamos por autopistas muy buenas”, declara Óscar Pujol. Pero también hay quienes prefieren traer el trabajo hecho de casa. Gracias a las nuevas tecnologías ahora es posible ver grabaciones de las carreras de años anteriores, seguir metro a metro el recorrido a través de Google Street View o incluso ver vídeos on board de otros deportes que han competido allí, como ocurre

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 Libros de ruta y listas de dorsales de la Vuelta a Burgos (2011-2018)

Fuente: Daniel Montes López

con las carreras de rally en País Vasco. Rodrigo Araque incluso se sabía los recorridos de memoria antes de correr: “De pequeño ya los dibujaba para saber cómo trazar las curvas. Ahora con un programa hago y veo los perfiles”. Una vez se llega al lugar de la carrera, se pueden efectuar reconocimientos previos de puntos clave como puertos o tramos de adoquín, ya sea en la propia bicicleta o en el coche del equipo. Además, el director también aporta su información si conoce la carrera de otros años, explicando cómo puede evolucionar la prueba en base a esas referencias previas.

De forma conjunta con el entrenamiento y el correcto descanso, otro aspecto a tener en cuenta en su día es la alimentación. Se trata de una parte fundamental en la mayoría de deportes y cada vez se requiere un mayor compromiso por parte del ciclista. Una dieta variada es esencial para rendir al máximo nivel y lograr buenos resultados. Se tenga o no un dietista en el equipo, desde dentro se indican las pautas que deben seguir los corredores, pero el ciclista es quien debe aplicarlas: “tienes que poner de tu parte, cada una debe cuidarse y exigirse según su fisionomía”, señala Isabel. “El ciclismo es un deporte con mucha disciplina, no necesitas a alguien detrás, pero es muy útil tener un nutricionista que te indique qué nutrientes comer y en qué cantidades, explica Adrián, quien también ve en ese sentido otro lado positivo a las concentraciones. En estos períodos de tiempo vives solo y no compras nada para picas en casa: “Tienes menos tentaciones”. Posteriormente, durante la competición, el ciclista toma siempre los mismos alimentos, una rutina en ocasiones tediosa a la que deben adaptarse en carreras de varias semanas: Se te hace pesado”, admite Ángel, “Es siempre lo mismo. Terminas de correr y tienes  tu bol de cereales o de arroz con atún. Llegas a cenar o desayunar y hay pasta. Al que no le gusta no sé cómo lo hace”, bromea. Por suerte para ellos en los últimos años se han introducido algunas variantes como la avena, las proteínas de pescados como el atún o, incluso, aguacates.

Entrenamiento, alimentación, lesiones y vacaciones

A raíz de esta serie de entrenamientos, continuos viajes y competiciones por todo el mundo, los ciclistas se encuentran con la complejidad de poder compaginar su vida profesional con su vida personal y familiar. El hecho de no ser totalmente ‘libres’ debido a las carreras o el estar un día en Colombia y al siguiente en Japón sin embargo parece no ser un inconveniente demasiado grande para muchos de ellos una vez que se acostumbran a esta peculiar rutina. “Es cuestión de organizarse”, “No me afectaba mucho”, “Lo sabes llevar con los años”, “Al final te acostumbras”. La mayoría saben que se trata de un elemento más del ciclismo, aunque admiten que limita bastante su vida social: “Recuerdo cuando acabe la prueba de selectividad y todos mis amigos se fueron a Salou. Yo, al contrario, me fui a correr la Vuelta a Murcia”, recuerda Fuentes. Reconoce que las carreras le impedían ir al pueblo o de fiesta, ya que en amateur se compite en fin de semana, pero que a cambio ganaba mucho con la bicicleta y disfrutaba los viajes con el equipo. Isabel admite que, pese a que no siempre estás mucho tiempo fuera, ya que vas a un sitio y vuelves pronto, en cuanto se está varias semanas fuera de casa se empieza a notar el cansancio de los viajes en coche y el tener que madrugar. Aun con todo ello, una vez que entra en el ciclo de competición se adapta a ello. Además, considera que quienes más trabajan son los auxiliares del equipo, que viajan durante muchas más horas que ellos. En cuanto a quienes aún lo compaginan con sus estudios y que incluso no gana dinero con el deporte, el equipo prioriza y comprende cual son las obligaciones de los ciclistas, permitiéndoles poder ir a clase y poder estar con su familia, y centrando más su temporada en verano que ya no tienen obligaciones universitarias. En la vida adulta lo viajes no afectan tanto, pero sí que se nota más la falta de tiempo para poder estar con las personas cercanas: “El ciclismo te separa de todo y te exprime tanto que tus amigos terminan siendo aquellos con quien entrenas y tomas el café a diario”.

Fuera de lo deportivo, en cuanto al ciclismo como profesión a la que dedicarse, no todos los que lo practicando pueden convertir esta en su forma de ganarse la vida y se ven obligados a contar con otro trabajo que les de sustento o a continuar estudiando para asegurarse el futuro. Lo que más influye es la categoría del equipo en el que corran o si son ya profesionales o aún están en etapas de formación. En general, el salario mínimo de los profesionales permite vivir de ello, aunque no se puede comparar con deportes como el fútbol, pero sí que está por encima de otros más minoritarios. Solo en algunos casos de ciclistas de mucho renombre como Chris Froome o Peter Sagan se alcanzan cifras millonarias. En general, el sueldo de un corredor de un equipo del World Tour ronda los 40.000 euros brutos como mínimo, en un continental profesional, no menos de 2.000 euros, y en un continental ronda un salario mileurista, que puede ser mayor si previamente se ha estado en equipos de superior categoría. Aun así, en algunos equipos continentales de menor nivel no hay ni un salario fijo y únicamente el equipo cubre los gastos de los viajes y reparte los premios obtenidos en las carreras. En sus tres años de experiencia en Japón, Araque explica cómo, tanto él como el resto de españoles que vivían corrían allí, tenían un sueldo que no era precisamente bajo: “He vivido bien del ciclismo, sin pasar penurias”. La situación entre los  más jóvenes y las mujeres es diferente. “En amateur no cobras ni un euro”, explica Fuentes, “Solo te pagan gastos de viajes o suplementación”. Mientras, en el circuito femenino prácticamente la totalidad de corredoras españolas no viven de ello, sino de sus estudios o de tener un trabajo aparte. El único equipo en nuestro país en el que las ciclistas pueden centrarse exclusivamente en ello es el Movistar, creado la temporada pasada. En el resto de equipos, ya sean UCI o amateur, no pagan un salario.

Además, independientemente del salario, muchas veces los corredores tienen complicado encontrar un equipo y, cuando fichan por uno, la extensión de su contrato no suele  ser superior a los dos años en casi ningún caso. Los sub 23 que san el salto a profesionales tienen la obligación de tener un contrato mínimo de esa duración, pero luego, hasta los propios corredores del World Tour renuevan de año en año o cada dos. Hay quienes creen que esto ayuda a fortalecer la confianza mutua entre equipo y corredor: “Te ayudan y te proporcionan tofo lo necesario, pero tú tienes que cumplir. No pueden ofrecerte más años porque no saben si el año siguiente vas a seguir estando bien”, opina Isabel Martín. También permite que un corredor, si no se termina de adaptar a un equipo o estar cómodo con el ambiente interno, pueda irse sin ningún problema a final de año. La situación del ciclista durante el año puede cambiar mucho y puede haber quienes tengan varios años de contrato, hagan un gran año, pero se queden retenidos en un equipo menor sin poder fichar por otro; como también puede haber quien fiche solo por una temporada, se caiga y se lesione al principio, no corra en casi todo el año y tenga muy complicado continuar en la campaña siguiente. También hay opiniones firmemente en contra de ello: “No tienes un día tranquilo, siempre estás pensando en qué pasará el año que viene y con estrés no puede rendir al máximo”, defiende Araque. Una situación de este tipo afecta a la motivación del corredor, la cual no solo depende del reconocimiento del director o de un incentivo salarial, sino de tener también un contrato estable. “Firma en octubre o noviembre, pero en junio ya estás pensando dónde correr el año siguiente, lo cual desconcentra de las carreras”, expone Adrián, quien también entiende la postura del equipo, que depende en gran parte del patrocinador y los contratos de los ciclistas, por tanto, se ajustan a las duraciones de los patrocinios. La posibilidad de negociar con corredores y anunciar fichajes desde el mes de agosto genera que haya quienes no corran al máximo nivel con su equipo actual: “Hay gente que se ve en la calle y empieza a ser egoísta y mirar solo por sí misma. Prefieren ser octavos en solitario, que el trigésimo tercero ayudando al compañero”, responde con cierta indignación Araque.

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El veterano Paco Mancebo atiende a la prensa antes de comenzar la Vuelta a Castilla y León 2019. Fuente: Daniel Montes López

Ante la falta de ingresos de unos o el advenimiento de un futuro inseguro en el que la bicicleta no ofrece a todos la garantía de éxito a largo plazo, son muchos, especialmente los más jóvenes, quienes de forma paralela compaginan como pueden sus estudios y su trabajo, ya sea de forma presencial o a través de Internet. Los corredores con calendario amateur en el primer cuatrimestre de sus carreras universitarias tienen más posibilidad de centrarse en sus estudios, pero en el segundo,

al afrontar tantos viajes y carreras, se ven obligados a coger menos asignaturas y alargar esta etapa. Otros eligen hacer un máster a distancia o centrarse en estudiar varios idiomas de forma autónoma. Tampoco les es sencillo a muchos mantener un trabajo a tiempo parcial y a la vez competir semanalmente. Ante esta situación, otros decidieron dejarlos a un lado al acabar el bachillerato, ya que al entrar en el profesionalismo tenían que centrarse en una cosa o en la otra: “En aquel momento o te tomabas en serio el correr o no seguías”, reconoce Araque, “A mí me salió bien, pero ahora que se ha acabado antes de lo previsto, me dedicaré únicamente a mi nuevo trabajo”. Cuando cuelgan la bici, estos estudios les permiten conseguir otro trabajo, ya sea dentro o fuera del deporte. Adrián, tras su retirada en diciembre, se dedica actualmente a la ingeniería. Ha visto el lado positivo de todo lo vivido y ha creído que era mejor cambiar de profesión que seguir en un equipo sin viabilidad económica para él. Al igual que él, son muchos los corredores jóvenes, de menos de 25 años que se ven obligados a anunciar su retirada cuando apenas se encontraban en sus inicios como deportistas profesionales. Paradójicamente, frente a estos, hay cada vez más corredores que alargan su vida profesional por encima de los 40 años en equipos menores pero consiguiendo victorias cada pocas semanas. El mayor ejemplo español es el de Alejandro Valverde, que con 39 años se encuentra en el auge de su carrera profesional rindiendo al máximo nivel entre los diez mejores de mundo y que acaba de anunciar que correrá hasta 2021. En el World Tour el más veterano era el australiano Matthew Hayman, que se retiró en enero a los 40 años. Sin embargo, en el calendario continental se encuentran corredores aún más veteranos. Dos españoles que hace una década brillaban en las grandes vueltas, aún continúan montados sobre las dos ruedas. El trotamundos Paco Mancebo, a sus 43 años, se encuentra en Japón, donde este año ha ganado la Ronda de Filipinas. En los últimos años ha perteneciendo a equipos de Grecia, Estados Unidos, Emiratos Árabes y República Dominicana. Un caso similar es el de Óscar Sevilla. Con 42 años acaba de ganar la Vuelta a Chiloe con el equipo Medellín de Colombia, país en el que corre desde 2011. Más veteranos aún son el ganador de la Vuelta a España 2013, Chris Horner, que aún corre alguna carrera con el Team Illuminate de su país, o el italiano Davide Rebellin, ambos con 47 años. Este último, con más de sesenta victorias y profesional hasta hace tres años, tras su paso por Kuwait en 2017, corre ahora en el Sovac argelino. Sin embargo, el récord de veteranía lo tiene una mujer: la francesa Edwige Pitel, que empezó de forma tardía a correr, a los 29 años y  compaginándolo con el duatlón. En junio acaba de cumplir los 52 años y milita en las filas del Cogeas - Mettler ruso. Pero son los propios corredores dentro del pelotón los que creen que es algo merecido: “Se lo han ganado, tienen nombre propio y no están arrastrándose. Pueden seguir disfrutando lo que se les da bien”, defiende Adrián. Son corredores que aún tienen nivel y no están ahí por quienes han sido en el pasado. Óscar Pujol cree que también se debe a que no hay excesivo relevo generacional como para quitarles el sitio: “Yo corría con 18 años contra gente de 40 y daba el callo”. Además, destaca la comodidad que puede suponer para ellos esa vida hoy en día ya que no tienen horarios, pueden hacer su trabajo donde les pagan, tienen un calendario más corto que no les quema y encima cobran por ello. Fuentes cree que el ciclismo es un deporte de resistencia en el que se es mejor a medida que pasan los años, especialmente los ciclistas menos explosivos y más fondistas. Del mismo modo, también hay otros que maduran antes y a los veinte años ya están casi peleando por un Tour de Francia, pero a los 30 están acabados.

Los contratos, salarios, vivir del ciclismo y la retirada

Finalmente, uno de los mayores riesgos a los que se enfrenta el ciclista, ya sea profesional o aún esté en escuelas, es el peligro de accidente. Ya sea por el estado de la carretera, por un descenso peligroso en el que no se toman precauciones, por la formación en pelotón que obliga a estar concentrado, por el número de vehículos en la prueba o por los aficionados que no respetan al ciclista, siempre estará presente ese factor. Pero, al contrario de lo que pueda parecer desde fuera, internamente no se tiene tanto miedo a que ocurra algo así. Sí que hay corredores que, tras sufrir una caída en la que se fracturan un hueso, ganan más respeto a la carretera, pero “son cosas que pasan y no vas con miedo de que te tiren, explica Isabel. A través de la pantalla parece más peligroso. Es algo que recalcan todos los corredores, quienes reconocen que existe riesgo porque si falla uno, fallarán todos, pero no es algo que lleven en la mente en ese momento: “Si eres ciclista sabes que algún día te vas a caer, pero no puedes pensarlo continuamente porque te achantarías y no podrías meterte en los sprints”, señala el joven Ángel Fuentes. Reconocen que en algunos descensos pueden perder el control de la bicicleta y llevarse un susto, pero ante una caída, las cuales no pueden saber cuándo ocurrirán, saber cómo actuar para no caerse. La adrenalina influye mucho en el momento y la experiencia de ir sobre las dos ruedas durante tanto tiempo les ayuda a saber controlar estas situaciones dentro de lo que está en sus manos. Aunque no siempre se tiene la suerte y habilidad necesaria y el corredor cae al suelo, pudiendo llegar a sufrir graves lesiones. Para afrontar la recuperación los equipos cuentan con médicos y fisioterapeutas,

quienes estarán constantemente junto al corredor para acompañarle en el proceso de recuperación y acelerarlo todo lo posible. Para ello también se opta por un “descanso activo”, en el que el corredor, dependiendo de la lesión, trata de continuar entrenando para mantener el ritmo de competición y el estado físico correcto. Es por ello que muchos ciclistas, a los pocos días de sufrir una caída relativamente grave, aparecen en sus redes sociales con imágenes haciendo rodillo para tranquilizar y animar a sus seguidores. Isabel Martín se rompió la clavícula en 2016, gracias al seguro de la federación pudo operarse cuatro días después y a las tres semanas ya se encontraba montando en bicicleta.

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Ciclistas de Astana, Nippo y Caja Rural ascienden a Picón Blanco en la Vuelta a Burgos de 2018. Fuente: Daniel Montes López

Entonces, una vez conocido todo el trabajo que hay detrás de la vida del ciclista, el cuál muchas veces aparece únicamente en los medios para celebrar la victoria en el podio con una botella de champán y del que se desconoce toda la mencionada labor de entrenamiento y trabajo previo, surgen dos preguntas inevitablemente: ¿Es este el deporte más duro? y ¿El ciclista, al fin y al cabo, puede disfrutar de su deporte pese a su dureza y a la concentración que requiere durante las cuatro o cinco horas de carrera o montar en bicicleta acaba convirtiéndose en algo monótono? En cuanto a la dureza, Adrián reconoce que cada deporte tiene sus dificultades. Ahora que ha dejado la bicicleta profesionalmente, está comenzando a correr y físicamente está preparado por los entrenamientos, pero psicológicamente es más duro. Fuentes reconoce que siempre se ha considerado a este el deporte más cansado, junto con otros como la natación o los partidos largos de tenis, pero él ve también la dureza en el entrenamiento diario, la necesidad de descanso, el cuidado del cuerpo, la correcta alimentación y el no poder disfrutar de pequeños placeres como la fiesta. Isabel también ve como deportes muy exigentes los triatlones o los Ironman, en los que se llega a estar compitiendo hasta durante 17 horas y en varias disciplinas. También hizo de joven gimnasia rítmica y vio la entrega que requiere. En comparación con el fútbol, en el que se entrena con más gente y se disputa en un estadio, en el ciclismo se sale llueva o nieve y se puede estar hasta ocho horas seguidas sin descanso. Por todo ello lo considera como un deporte muy duro, aunque no el que más. Su rival en las carreteras, Sara Martín, opina al contrario: “He hecho triatlón, pero el ciclismo me parece más duro, el sufrimiento es diferente porque siempre se rueda a tope, ya sea entrenando o subiendo un puerto en carrera. Son muchos kilómetros y muchas horas”. Pese a ello, no pierden el gusto por este deporte que tantas alegrías les ha dado o dará y aprovechan cada pedalada para conocer diferentes lugares y personas a lo largo de la temporada. Reconocen que hay momentos decisivos como el sprint final, en una carrera con lluvia o en el paso por los adoquines en los que “con suerte ven la rueda del corredor que va delante”. Pero en cuanto la carrera se tranquiliza, pueden apreciar la grandeza de lo que les rodea, como el paisaje por el que circulan o, lo más importante de todo, el aliento de los aficionados que pueblan todas y cada una de las ciudades o ascensiones por las que pasan. Siempre hay momentos de disfrute, de charlar con los compañeros, de ver a un niño y lanzarle un botellín y de recibir un último soplo de energía que te impulse al subir un puerto cuando de reojo ves cómo la gente te conoce y grita tu nombre al verte pasar. Esa es la verdadera pasión del ciclismo.

El deporte más duro, la peligrosidad y el disfrute en carrera

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© 2019. Creado por Daniel Montes López

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